En el marco de la transmisión especial por los 100 años de LT9, en el programa “Amanecer no es poco” Mariano Colombo reprodujo una entrevista realizada a la década del 90 a la hija de Alfredo Roca Soler, quien detalló los comienzos de la primera licencia otorgada en el interior del país. 

“De esta manera quedaron abiertos los novedosos caminos que proponía la radiofusión como maravilla que asombraba al mundo y con ellos las infinitas posibilidades que ofrecía como excepcional instrumento de divulgación de la educación, la ciencia, la cultura, el comercio y la industria del país y del sector regional que representaba y sin desmedro de lo esencialmente popular, pues la radio llegaba y llega sin restricciones a todos los hogares argentinos. Es el único medio de comunicación que entra en un hogar para vender sin tocar el timbre” decía “Chiche” en el reportaje.

Recordó que el primer lugar donde transmitió Alfredo fue un altillo de San Martín y Tucumán. “Había una escalera, se movía toda, era de madera, que allí se instaló mi papá con la emisora F1. Salió tímidamente al aire por el tiempo de dos horas nada más, no se propalaba publicidad. Papá, para crear acústica en esa habitación que no tenía ventanas ni nada nada más que la puerta, la tapizó toda de satiné color rojo para crear acústica. Ahí estuvo un tiempo. Mi papá tocaba una pianola, siempre la misma música tocaban y mi mamá bordaba su ojo de novia escuchando esa dos horas de transmisión por medio de auriculares” recordó. 

Luego de allí se traslada a calle 9 de Julio y Tucumán. “Chihe” remarcó que “el equipo de transmisión era un aparato vetusto. Mi papá hacía todo, fue locutor, limpiaba la radio, tenía algunos colaboradores, pero fue el primer locutor que tuvo Santa Fe. Yo me acuerdo que en la entrada había una placa de bronce que decía “Broadcasting LT9”. Y el locutor, no se decía locutor, se le llamaba speaker”.

Luego entre 1947 y 1948 se trasladó a calle Rivadavia al 2800. Y allí se dio una situación muy particular. Roca Soler tocaba la pianola y transmitía con el micrófono puesto al costado de la pianola. Y un admirador se presentó porque quería conocer a la “pianista”, cuando en realidad era una pianola. 

Y Roca Soler le puso de nombre Elisita Fontanare, que era la marca de cigarrillos que fumaba Don Alfredo. “Al admirador le traía rosas y bombones. Era la imaginación. Estaba enamorado ese señor que era de Paraná” repasó.