Scholz se formó como abogado, pero tras afiliarse al SPD en 1975 inició una carrera política que le llevó por primera vez al Bundestag --la Cámara Baja del Parlamento-- en 1998. En 2002 inició una fase de dos años como secretario general del partido que coincidiría con la etapa de su compañero Gerhard Schroeder al frente del Gobierno.
Su llegada al Ejecutivo, sin embargo, no llegó con Schroeder, sino con Merkel, que le incorporó al gabinete en 2007 como ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. Eran los inicios de la 'gran coalición' con la Unión Cristiano Demócrata (CDU), esa que ahora mismo Scholz aspira a enterrar mientras sueña con alianzas sin tanta atadura ideológica.
Otra de sus grandes exposiciones políticas tuvo como escenario Hamburgo, la ciudad-estado de la que Scholz fue alcalde desde 2011 a 2018. Durante este periodo, vivió uno de sus momentos más críticos en 2017, durante las protestas anticapitalistas organizadas con motivo de la cumbre de líderes del G20.
La debacle electoral del SPD en las elecciones legislativas de 2017 --logró el 20,5 por ciento de los votos, el peor resultado de la historia-- llevó a Scholz a ejercer como bálsamo de una formación en proceso de reconstrucción y que él mismo llegó a presidir durante dos meses de forma interina.
En marzo de 2018 irrumpió de nuevo en la 'gran coalición', como ministro de Finanzas y como vicecanciller. La imagen de este político que comenzó su carrera en posiciones claramente escoradas a la izquierda figura ahora asociada a los programas de recuperación impulsados en Alemania para contrarrestar la pandemia.
Los analistas, de hecho, le dibujan un perfil similar al de Merkel. Compañeros e incluso rivales le ven como un candidato cualificado y con experiencia, algo que queda claro también en unos sondeos que le sitúan claramente a título personal como el preferido para suceder a la veterana canciller.
Su solvencia en los debates ha terminado por consolidar su imagen y los errores cometidos en sus respectivas campañas por sus principales rivales, el conservador Armin Laschet y la ecologista Annalena Baerbock, han contribuido a dar la vuelta a los sondeos, hasta situar al SPD como el rival a batir en los comicios de este domingo.
"Comienza una nueva era, no solo en el sentido de dar forma al periodo posterior al coronavirus, sino también en cuanto a cómo gestionamos en la próxima década a nuestro país, cómo gestionamos el futuro de Europa", declaró Scholz tras el anuncio de su candidatura, según la agencia de noticias DPA.
Sin embargo, pocos se imaginaban entonces que el SPD lograría superar su larga travesía política por el desierto tras el desgaste que le ha supuesto ser el soporte de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) durante años.
Scholz aspira a todo, pero también es consciente de que no podrá gobernar solo en un escenario en que los grandes partidos cotizan a la baja. El candidato socialdemócrata ha dejado claro desde un inicio que no quiere una nueva 'gran coalición' y que su socio predilecto serán Los Verdes de Baerbock.
Hasta Merkel, que sólo se ha implicado en la campaña ante la posible derrota de Laschet, le ha recriminado a Scholz su ambigüedad sobre futuros pactos electorales. No en vano, Die Linke aún arrastra un pasado vinculado a la Alemania del Este y mantiene posiciones políticas controvertidas, por ejemplo cuando pide la ruptura con la OTAN.
Scholz llega a la gran cita con una intención de voto que ronda el 25 por ciento, cinco puntos por encima de la CDU, pero sin garantías suficientes para saberse canciller 16 años después de que Alemania tuviese su último líder socialdemócrata. (Europress)