"La moda es una máquina de generar deseo, un sistema voraz que te pide, mastica y escupe", dijo a la agencia nacional de noticias Télam Marcela Soberano, periodista especialiazada en moda. Por eso no la sorprendieron las imágenes del cementerio de ropa del desierto de Atacama, en Chile, que generaron escozor cuando se difundieron en estos días: un basurero de prendas nuevas que, asegura, vienen de Europa y tardan 200 años en desintegrarse. En Argentina, hoy, no sería posible ver esa imagen porque la importación de basura -habilitada por Mauricio Macri- está prohibida por un decreto que vence pronto. Un relleno sanitario legal como el Ceamse no aceptaría esa cantidad de ropa porque no logra compactarse en e suelo.
El país trasandino tiene leyes que permiten que un grupo de empresas compre estos "fardos" o "pacas" para revender. Pero, según afirma Cecilia Pullo, creadora de la marca sostenible Biótico y coordinadora de Fashion Revolution Argentina, sólo el 30% de esa ropa es considerada en condiciones de volver al mercado (ya sea en una feria o en una plataforma de venta online) y el 70%, el descarte del descarte, es lo que se ve en las imágenes.
La respuesta a la pregunta de por qué estas marcas no donan lo que no pudieron vender ya es conocida, pero no por eso deja de provocar indignación en un mundo profundamente desigual lleno de personas con necesidades de todo tipo: "Quieren asegurarse de que esa producción no ingrese en un circuito alternativo y que no se replique, además de que necesitan renovar el deseo para que la gente siga queriendo comprar cosas nuevas. El mecanismo del deseo es la zanahoria adelante y lo efímero es lo que genera más deseo", asegura Soberano, que se resiste a ser un eslabón más en la cadena cruel de una de las industrias que más dinero mueve en el mundo. Ella compra alrededor del 80% de su ropa en ferias, cuando compra ropa nueva lo hace atenta a que el producto que está adquirendo sea la creación de un diseñador argentino de los que no son conocidos y reconoce haber "saqueado" el guardarropas de su madre (cuyas prendas sigue usando) "como toda mujer que se precie de tal".
No es un destino que la industria de la moda sea como es y en Argentina hay gente que está generando emprendimientos que funcionan con otra lógica y parten de otras premisas, aunque no renuncien a ser empresas y ganar dinero.
"La moda sostenible es una moda que tiene en cuenta a las personas, aboga por el bien común y contempla la naturaleza y todo el impacto ambiental que puede repercutir en la cadena productiva", afirma. En Biótico hacen carteras, chalecos y accesorios como arneses para cambiar la manera de usar un vestido.
La empresaria es muy crítica con la legislación del país vecino. "Chile es un país que tiene acuerdos para que ingrese la ropa, paga para tener este tiradero en el desierto", mientras que en Argentina la importación de este tipo de objetos usados está prohibida por un decreto "que vence este año y queremos que sea ley", pidió.
La Moda Circular es una de patas de la Moda Sostenible y, simplificando lo que es un concepto más complejo, supone que una persona que usa una prenda no sólo pueda acceder a su trazabilidad (quiénes la hicieron, con qué materiales la hicieron y en qué condiciones de trabajo), sino que complete su ciclo.
Por ejemplo, comprar algo en una feria que alguien usó antes, donarlo cuando no se lo quiera usar más y en el mejor de los casos (aunque es difícil de conseguir porque todo el material tiene que ser biodegradable), que cuando la prenda no sirva más y cumpla su ciclo pueda volver a la tierra a través de la elaboración de compost.
Mientras tanto, se pueden hacer cambios graduales porque Soberano reconoce que cambiar los hábitos de consumo de ropa es muy difícil. Por lo pronto, les propone a los que van a seguir adquiriendo prendas nuevas pensar un segundo "si esa basura que vas a comprar la necesitás. Conozco gente que tiene 12 blazers negros, decime para qué los quieren", se preguntó.
Soberano dice que desde el comienzo de la pandemia, las ferias internas que ella frecuenta empezaron a crecer: "La gente empezó a revolver su guardarropas y hay ropa que ingresó en esos circuitos", sostiene, y destaca que se trata de prendas más económicas.
"Son un viaje de ida, encontrás piezas únicas que tienen la gracia de una época o que son irreproducibles", dice. También cuenta que son muy visitadas por los jóvenes, que lejos de sentir -como dicen muchos- que "te estás poniendo la ropa de un muerto", sienten nostalgia por un tiempo que no vivieron y adoran vestirse con algo de una época que no es la propia.
Eso le pasa a ella: cuando compra en una feria le encanta la sensación se estar poniéndose algo vivo, algo que usó alguien que transitó la experiencia de vivir. Su manera de pensar el hecho social de vestirse está en las antípodas de la imagen del cementerio de ropa de Atacama.
Sin embargo, sabe que la industria de la moda es muy poderosa, que mueve muchos intereses y que tiene tres grandes jugadores agrupados en cámaras.
La batalla es dura, acaso como todas las que valen la pena.
Fuente: Agencia Télam