El periodista de División Noticias y conductor de Informe 1150, Germán Dellamónica, compartió una sentida carta en la que hace un repaso de su vínculo con la radio, la centralidad del medio en su familia, y las décadas vividas formando parte de La Líder.
La carta
Hay sueños en la vida que nunca lo sentí lejos de la posibilidad de intentarlos. Si hay algo que siento que me define es que la distancia que hay entre lo que sueño y el momento en que decido intentar hacerlo realidad prácticamente no existe. Así dicho parece una locura, ¿no?... pero les aseguro que lo era más cuando era un niño al que le fascinaba escuchar radio, que le encantaba escuchar las historias que contaban personas mágicas e inimaginables dentro de un aparato.
Pero al mismo tiempo sabía que una de esas personas era mi papá, a quien obviamente veía en mi casa y de repente al rato lo escuchaba dentro de ese aparato, que era una radio gris enorme que cuidé y amé durante tantos años.
Al poco tiempo mi viejo y la vida hicieron que conozca ese mundo que me era indescifrable. Ese mundo era nada más ni nada menos que LT9. Desde chico conocí cada rincón de la radio, cada pasillo, cada estudio, cada micrófono, cada auricular, cada operador, cada periodista, cada locutor y cada locutora. Siempre tuve la seguridad de que era por ahí, que era eso lo que quería hacer de grande, ese era mi deseo.
No hay modo de explicar por qué tenés vocación, la tenés o no. La vocación es algo parecido a una pasión irremediable, irrefrenable, que te conecta con algo. Esto es definitivamente lo que me llevó a ser quien soy y es precisamente el deseo. Cada vez que trabajo, cada mañana que vengo a la radio, cuando me voy de la radio, está el deseo, ahí está, intacto. Nunca hay que perder el deseo, pero fundamentalmente nunca hay que perder la curiosidad que genera ese deseo. Ese es el motor para venir a trabajar, para preparar el programa, para hacer una entrevista aunque a quien entreviste le haya hecho notas 50 veces.
Me da curiosidad si le encuentro otra vuelta, si consigo otro título, si el tipo se quiebra, si dice algo. Siempre estuvo presente el deseo. Ese mismo deseo que me permitió compartir programas, compartir redacciones, compartir campañas del juguete. Admiraba a quienes los hacían. Quedaba perplejo porque era ese mundo mágico que después se encerraba en un aparato de radio, ese que les contaba: caja rectangular gris que yo atesoraba en mi casa.
Pasaron los años, pasó la escuela, pasó la universidad seguía viniendo a la radio, aprendiendo, queriendo, ansiando estar y ser parte.
Un día de abril de 1994 pasó lo que yo deseaba que pase. Empezaba un programa, arrancaba un cacho de noche y fue allí, donde formalmente mi viejo me abrió la puerta al mundo de la radio, al mundo de LT9. Pero ya no como un espectador adolescente, sino como protagonista. Hacía de todo, ¿eh? Producción, móvil, alguna que otra acotación, estudios, incursión en FM.
La carta completa