A poco de cumplirse un año del gobierno libertario de Javier Milei, su política exterior va trazando un recorrido inicial que combina en proporciones diferentes, el acoplamiento incondicional con Estados Unidos e Israel, acciones (minoritarias) de pragmatismo en la vinculación con China y llamativos gestos de aislacionismo plasmados en el tablero de votación de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Dos claros ejemplos del último de los casos, fueron los votos negativos frente a resoluciones tendientes a garantizar los Derechos de Pueblos Indígenas y a reforzar el trabajo para prevenir situaciones de violencia contra las niñas y mujeres en entornos digitales. Para la internacionalista, docente e investigadora especialista en el sistema “onusiano”, Carla Morasso, la nueva postura del país frente a los esfuerzos globales ante demandas de índole social, representa un riesgoso cambio para la percepción extranjera sobre la imagen del Estado argentino.
¿Cómo analiza el giro ensayado por el gobierno de Javier Milei frente a los mayoritarios acuerdos surgidos en el seno de la ONU?
En estas últimas semanas, Argentina estuvo en el foco de los medios de comunicación nacionales e internacionales por haber sido el único país que votó negativamente dos resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas. Una estuvo destinada a la intensificación de los esfuerzos para la prevención de toda forma de violencia contra mujeres y niñas, haciendo hincapié especialmente en el entorno digital, y la otra, vinculada a la promoción de los Derechos de los Pueblos Indígenas. Esta resolución retomaba los principios ya establecidos en el año 2007 en la anterior Declaración de la ONU sobre el tema. Además de llamar la atención el hecho de que Argentina fue el único país con voto en contra (solo hubo algunas pocas abstenciones), sorprende que el voto argentino rompe con los consensos y tradiciones que se plasmaban en la política exterior, en particular desde el retorno de la democracia en 1983. Como muchos coincidimos, a pesar de ciertos movimientos pendulares u oscilantes sobre los perfiles de la inserción internacional del país, siempre hubo una base de coincidencias en la política internacional argentina, tales como: la no injerencia en asuntos internos de terceros Estados, la adhesión al multilateralismo, la solución pacífica de las controversias, la defensa por el ejercicio efectivo de la soberanía sobre las Malvinas y obviamente, las cuestiones relacionadas a la defensa de los Derechos Humanos.
¿Qué implicancias representa el cambio en la vinculación de Argentina con el mundo?
Insisto en que Argentina, en cierta manera, tenía una proyección internacional vinculada a su prestigio y su lucha por los Derechos Humanos desde el retorno de la democracia. Aquella proyección aparece ahora manchada u oscurecida. Esta nueva postura puede llegar a generar dudas entre los diferentes actores del sistema internacional, a partir de estas votaciones que provocan incertidumbre. No debemos dejar de lado además, que este comportamiento se suma al retiro de Bakú de la delegación argentina que participaba hace pocos días de la cumbre de la COP29 (Conferencia sobre Cambio Climático). El regreso del grupo argentino se produjo en pleno desarrollo del encuentro realizado en la capital de Azerbaiyán con el objetivo de reforzar las políticas ambientales. Las tres decisiones de política exterior mencionadas, colocan a nuestro país en una posición muy incierta frente al multilateralismo y ante todos los espacios de debate global.