Joan Pons Laplana, un español, de 45 años, es voluntario para la posible vacuna que está creando la Universidad de Oxford y contó su experiencia esta mañana por LT9. Nació en Barcelona (Cataluña), en 1975. De Enfermería se graduó en 1997, a sus 22 años. Le fue difícil emplearse en su carrera y, para sobrevivir, empezó a trabajar como repartidor de pizza en su ciudad natal.
Cansado de no encontrar algo en lo que pudiera servir como quería, en el 2000, con 25 años, se mudó a Inglaterra.
El nuevo milenio le abrió las puertas a Pons para ser el enfermero que siempre deseó ser. Se instaló en la ciudad de Sheffield y consiguió trabajo en el Teaching Hospital.
En ese lugar pasó por la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y por urgencias. Después, se especializó en Gestión de Enfermería, “para dar mejor servicio y mejor calidad de vida, con tecnología, a los pacientes”, y llegó a puestos directivos del Hospital.
"No he tenido ningún síntoma, pero por protocolo se debe reportar cualquier información o síntoma que tenga, se vincule o no con la vacuna", comenzó explicando en Primera Mañana.
"Es la primera vez en la historia que el mundo sigue con tanta atención el proceso de una vacuna. Creo que el periodismo ha sido muy alarmista y sensacionalista, llamo a la calma al mundo", pidió más adelante.
"El mundo debe quedarse tranquilo porque si hay dudas, hay otras vacunas como la Sputnik, la china, y la de Pfizer, lo que es bueno.Estoy conviviendo con mi familia y mi hija ha dado positivo al COVID19 pero yo estoy negativizado, y creo que es porque fui inoculado con la vacuna", afirmó en diálogo con La Líder.
En diálogo con la prensa española, Joan contó que "con el coronavirus tuvimos que reestructurar el funcionamiento del Hospital para absorber la demanda. Por ejemplo, cancelamos operaciones no urgentes y triplicamos los ventiladores en nuestra UCI. Pero como los ventiladores no iban a funcionar solos, me bajé de mi escritorio, me puse el uniforme y, desde finales de marzo, volví al ruedo para enfrentar al virus”.
Estos meses no han sido fáciles para él, “ni para mis compañeros sanitarios, ni para nadie, la verdad”. Ha vivido episodios de ansiedad, por ir a trabajar sin saber qué va a pasar y por ver, a diario, “el horror del virus llevándose a mis pacientes”.
Por eso, y para que la pandemia “no se siga robando la vida de las personas”, decidió ser voluntario para la posible vacuna de Oxford.
“La frustración y el odio por el virus fueron mis razones para participar. No quiero pasar más tiempo sin ver a mis padres, no quiero que mis hijos malgasten su juventud, no quiero que el mundo pierda la vida y el amor”, señaló.