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Analía, la hija desobediente: "Fue muy largo y doloroso asimilar la condición de genocida de mi papá"

Analía Kalinec, co-fundadora del "Colectivo Historias Desobedientes" integrado por familiares de genocidas que defienden las políticas de Memoria, Verdad y Justicia. En exclusivo por la Nueva 9, Analía compartió su historia de dolor, ruptura y transformación.

— División Noticias LT9

LUNES 24 DE MARZO DE 2025

Analía Kalinec nació el 31 de octubre de 1979 en Córdoba. Es maestra, licenciada en Psicología y profesora de Enseñanza Media y Superior en Psicología, en la Universidad de Buenos Aires y actualmente cursa el tercer año de Abogacía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

En 2005 la mujer se enteró que Eduardo Kalinec, su padre, era un genocida conocido como el "Dr. K"., y desde que asumió la condición de su progenitor -condenado a cadena perpetua en 2010- comenzó su militancia en defensa de los derechos humanos. 

De esta manera, y como ejercicio transformador del dolor, Analía co-fundó en 2017 el "Colectivo Historias Desobedientes", integrado por hijas e hijos de genocidas que defienden las políticas de Memoria, Verdad y Justicia.

En exclusivo por la Nueva 9, Analía compartió su historia, una crónica de sufrimiento, ruptura y transformación.

Analía creció en una familia tradicional, donde la figura del padre se construía como un pilar fundamental, "una familia si se quiere también pensar con una estructura tradicional, yendo a escuelas privadas, católicas, donde la figura del padre era una figura estructurante dentro de la lógica familiar" recordó. 

En este escenario de familia tradicional -al menos para la lógica de la época- su vida dio un giro inesperado, el día que su madre la llamó para informarle que su padre estaba detenido, "recibí un llamado telefónico de mi mamá diciéndome que bueno, que no me tenía que asustar, pero que mi papá estaba preso". En ese momento, el país atravesaba un contexto político de juicio y condena a los responsables de los crímenes de la dictadura, "hacia poquito Néstor Kirchner había asumido como presidente estábamos saliendo de 20 años de impunidad, se habían derogado las leyes de obediencia debida y punto final, la Corte Suprema había sacado un fallo muy emblemático, el fallo Simón que reconocía la inconstitucionalidad de no juzgar estos crímenes" relató. 

En este escenario histórico, en el país se confluyen los tres poderes del Estado, el Judicial, el Legislativo y la voluntad política del Ejecutivo, y se establecen las condiciones para que inicie un profundo proceso de juzgamiento a los responsables.

 "Fue muy largo y muy doloroso asimilar la condición de genocida de mi papá" se lamentó, y a continuación puso en evidencia el uso de la negación como herramienta de defensa, "en principio mi posicionamiento era: 'bueno seguro hay un error, se equivocaron, es mi papá, yo lo conozco, no puede ser, él es bueno'" confesó.

La mujer catalogó como "bueno y cariñoso" el vínculo con su padre, pero destacó la presencia de " un temor, barra respeto" en la relación. El juicio contra su progenitor fue uno de los primeros en el marco del despertar judicial y político en Argentina.

Eduardo Kalinec fue detenido en 2005, en 2009 comenzó su juicio y en el año 2010 fue sentenciado a cadena perpetua por el Tribunal Oral Federal N° 2 de Buenos Aires, en el juicio oral por delitos de lesa humanidad en los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio del Circuito ABO (Atlético, Banco y Olimpo) durante la dictadura. 

El momento que Analía registra como quiebre a la construcción de su historia, llegó el día en el que se enfrentó a los testimonios de las y los sobrevivientes de la dictadura, "leí el documento de elevación a juicio, me acuerdo mi imagen frente a la computadora, leí los testimonios de los sobrevivientes y que lo nombren de manera directa a mi papá" contó. Analía considera que ese momento fue "el punto de inflexión", el día en que comenzó a cuestionar todo lo que había creído sobre su familia, y comenzó a tomar conciencia de la implicación de su padre en los crímenes de lesa humanidad. 

La historia de Analia es un testimonio clave de valentía y transformación. Su camino de reconstrucción fue largo, doloroso y, sobre todo, necesario en la búsqueda de la verdad. Hoy, más que nunca, se mantiene firme en su lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia, un camino que recorre con otros descendientes de genocidas, con la firme convicción de crear una sociedad más justa y consciente de su pasado.

"Si tanto odio y tanto mal es posible, hay un amor y una lucha que es capaz de contrarrestarlo" concluyó, reafirmando su compromiso de memoria en un presente de negacionismo explícito. 

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